El mundo experimenta un ambiente distópico desde principios del siglo XXI. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, que fueron el prólogo de una guerra global contra el terrorismo, la sociedad ha vivido los efectos de la devastadora crisis económica mundial desatada en 2008, el espectro de una catástrofe medioambiental, la renovada amenaza nuclear, el auge de la extrema derecha nacional-populista y, desde 2020, la pandemia del coronavirus COVID-19 con efectos terribles en lo personal, lo social y lo económico, y que en ciertos momentos transformó las ciudades en parajes desérticos propios de una película apocalíptica. Este momento de crisis múltiples y pesimismo sobre el porvenir de la especie humana, que se añade a la tradición de horrores del siglo XX, podría explicar que nos hallemos ante un caldo de cultivo fértil para las historias de ficción que dibujan mundos desesperados y/o sometidos al autoritarismo político: las distopías. Así, series de televisión en plataformas como Netflix, HBO o Prime Video ofrecen una variedad de distopías que refleja la popularidad de este género. En un