Secreta para algunos, discreta para otros, la antigua y augusta sociedad de los masones sigue siendo un fenómeno sociológico difícil de definir y sus orígenes modernos continúan sujetos a controversias. Sin embargo, una lectura honesta de los rituales desarrollados por los francmasones del siglo XVIII -es decir, en los inicios de la masonería denominada especulativa- permite observar que fueron influidos por las figuras de la tradición judeocristiana que se encuentra en el arte y la arquitectura de la Edad Media. En los últimos veinte años Eduardo Callaey ha publicado varios libros y ensayos en los que aporta valiosa información acerca de la influencia del monasticismo en el desarrollo de la matriz simbólica que, hasta hoy, constituye el lenguaje iniciático de la masonería. Desde la exégesis bíblica de los Padres de la Iglesia hasta la expansión de la arquitectura monástica en los siglos XI y XII, Callaey recorre la ruta que convertirá las alegorías en torno a la construcción del Templo de Salomón en el simbolismo de los poderosos gremios de constructores de catedrales.