¿Quién no ha oído nunca eso de que las madres no rinden en una empresa porque tienen la cabeza en otra parte? La propia Sarah Lacy pensaba así, hasta que fue madre. Entonces descubrió que todo lo que le habían dicho al respecto era lo contrario de lo que ella había experimentado al ser madre:
«Estaba más centrada, me volví más ambiciosa, más productiva. Y desarrollé ese súper poder que se llama empatía. No cambié. Seguí siendo la misma, pero para mejor».
En este libro, divertido y duro a la vez, la autora va desmontando uno por uno todos los tópicos que han hecho creer a muchas mujeres durante décadas que, si trabajaban, no serían buenas madres, y a muchos empresarios que, una madre, nunca sería una buena trabajadora.