Sus viajes, sus milagros más o menos apañados por la leyenda y sus brazos cansados de tanto bautizar son los rasgos principales con los que la piedad popular ha elaborado el retrato del "aventurero" de Dios, Francisco de Javier. Más que de un retrato, se trata de una verdadera caricatura que aleja al cristiano actual de una de las figuras que mejor encarnan el espíritu ignaciano.
El verdadero rostro de Javier se muestra, con toda la espontaneidad de su corazón generoso, en la abundante correspondencia que mantuvo sobre todo con los compañeros de su orden. Por ello, la lectura de esta obra del conocido exegeta Xavier Léon-Dufour, fiel reflejo de dicha correspondencia, constituye un verdadero descubrimiento del santo navarro. En ella queda patente no sólo su sed devoradora de alma (experimentada, es cierto, desde la soteriología de su tiempo -que el autor de este libro ayuda a superar-), sino también su corazón sensible, el total olvido de sí mismo, su gran sentido pastoral, la atención a las lenguas y culturas locales, su valentía ante los peligros, todo ello fruto de su asombrosa vida mística. La continuada experiencia de Dios constituye, sin lugar a dudas, el centro de la vida entera de Francisco y de su apostolado, como queda fielmente expuesto en este itinerario místico del apóstol.