Como San Pablo, san Francisco de Asís y san Pío de Pietrelcina, Gena también pudo decir: "Nemo nihi molestus sit. Ego enim stigmanta Domini Jesu in corpore meo porto" ("Ningún hombre me dañe, puesto que llevo las marcas del Señor Jesús en el cuerpo").
Santa Gema Galgani fue la primera mujer en ser elevada a los altares en el siglo XX. Tras una vida plagada de desgracias familiares y con una salud deplorable, santa Gema se aferro a la fe de tal modo que dio su vida por Cristo. Tuvo experiencias místicas, aseguraba hablar con su ángel de la guarda y sufrió en su propia carne el dolor de los estigmas. A pesar de que su débil salud fue el principal obstáculo para entrar en una orden religiosa, no dejó de vivir una vida de piedad y renuncia a todo lo mundano. Algunos la han tildado de histérica, otros la han tratado con indiferencia y muchos con incredulidad, entre ellos su propia familia y confesor. Cuatro años después de su muerte, se inició el proceso de beatificación que culminó en su canonización en 1940.
Santa Gema es una de las mujeres más veneradas de la Iglesia Católica. Hasta su tumba se acercan cada año miles de peregrinos mientras que farmacéuticos y estudiantes piden su intercesión diariamente.