'Este diario es realmente el día a día de un obispo, desde la misa con las monjas y la comida de trabajo con su fiel vicario general Ricardo Urioste hasta que por la noche se encontraba solo delante de Dios. Todo esto, naturalmente, envuelto en momentos de oración y de las celebraciones eucarísticas, binadas a menudo por razones pastorales. En efecto, la actividad más diaria, podríamos decir rutinaria, era la de asistir a las parroquias, colegios, comunidades religiosas con motivo de las fi estas patronales, visitas ocasionales o administración del sacramento de la confirmación (...)'. Puede parecer, en principio, un testimonio monótono seguir el día a día de Mons. Romero. Pero fácilmente podemos descubrir el alma de un pastor fi el a la voluntsad de Dios y generoso con su pueblo. Tanto, que era consicente de que estaba llamado al martirio. La muerte durante la celebración de la Eucaristía fue el colofón de una vida entregada a la causa del Evangelio y de los pobres'.