Con la intensidad y amenidad que caracterizan toda antología, Santayana ofrece en estos veintidós ensayos otras tantas perspectivas sobre la religión. Buen conocedor de las culturas latina y anglosajona, ejerce de católico entre protestantes y de protestante entre católicos, emulando a su admirado Hermes. Establece así un diálogo entre religión y filosofía que representa una de las posturas intemporales y, por eso, plenamente actual, en una cuestión nunca cerrada del todo. No pudiendo ser agnóstico, puesto que él no tenía dudas en el asunto, ni creyente, puesto que, para él, Dios es poesía, Santayana es el escéptico más abierto al mensaje religioso y más comprensivo con su impulso íntimo.