«En la oración le presento a Dios
mis sentimientos, pasiones y temores
para que pueda percibirlo,
a través de ellos,
como el fundamento más profundo de mi alma,
en el que finalmente encuentro la paz.
Orar significa ponerlo todo
bajo la bendición de Dios:
a mí mismo, al resto de los seres humanos
y la realidad de este mundo.
Si rezamos de este modo,
podemos experimentar que todo
se convierte en bendición para nosotros,
y que nosotros mismos somos una bendición
para los demás»
(Anselm Grün)