John Henry Newman fue uno de los personajes más importantes de la cultura inglesa y europea del siglo XIX. Tuvo un carácter vigoroso y perseverante, inclinado al tesón hasta en las cosas pequeñas, incluso en aquellas que el sentido común normalmente aconseja ignorar. Al mismo tiempo fue un hombre humilde y consciente de la desproporción que siempre queda entre lo que se es y las grandes cosas de la vida. Sumamente respetuoso con la realidad tal cual es, amó a la razón, pero nunca la idolatró, prefirió siempre las pruebas de los hechos a las teorías abstractas y abrió su mente a la fe formada por la caridad; fue un cristiano apasionado primero como anglicano y después como católico, pero jamás un fideísta. Defendió la autoridad cuando fue necesario, pero nunca dejó de manifestar un altísimo respeto por la conciencia. Fue un hombre público y de acción, pero también supo sacer no poco beneficio del silencio y de la soledad. Escritor y orador de gran talento, fue también un lector apasionado y un estudioso exigente. Sabía ver las necesidades en los demás y reconocer las verdaderas. Habló al corazón de amigos y enemigos, a menudo dirigiéndose a ellos por escrito, como documentan decenas de millares de cartas. Fue ante todo un hombre de Iglesia, que deseó vivir en su época la Iglesia de los Padres, no la que el Estado quería someter, sino la que era el corazón del mundo. Su proceso de beatificación y canonización hace tiempo que está en marcha, habiéndose proclamado en 1991 la heroicidad de sus virtudes. Esta antología, que quiere contribuir a difundir el pensamiento de Newman entre los lectores de habla hispana, es también una cordial invitación a mirar y buscar en una dirección nueva.