El siglo VII fue el siglo que vio uno de los mayores momentos de prosperidad en Bizancio y en Persia, pero fue también el inicio de su declive y el nacimiento de un nuevo imperio: los árabes. En el 602 el imperio bizantino y el sasánida libran una guerra sin cuartel, mostrando su fuerza y fortaleza; en menos de un siglo los sasánidas habían desaparecido y los bizantinos habían perdido sus fronteras en Oriente y en el norte de África. Los árabes, vecinos fronterizos y eventuales aliados de ambos imperios, abrazaron un nuevo credo religioso, el Islam, y con esta nueva ideología crearon un nuevo imperio sobre sus florecientes y poderosos vecinos. En un rápido lapso de tiempo, los árabes se expandieron desde el desierto arábigo hasta el Hindu Kush y hasta Hispania. Allí por donde pasaban sus ejércitos, triunfaban: persas, bizantinos y godos, todos reinos asentados, sucumbieron como un castillo de naipes ante una nueva religión de la que apenas sabían nada. Cada caudillo árabe tenía libertad de movimientos para conseguir sus objetivos, así, mediante la diplomacia, las negociaciones, traiciones, extorsiones, amen