«Es un lugar común repetir que la palabra es un arma, pero en el caso de Ernesto Cardenal, la poesía vino a completar la palabra “pueblo”». Elena Poniatowska
La obra de Ernesto Cardenal (Granada, 1925-Nicaragua, 2020), de una importancia capital y calidad incontestable, se sitúa en las encrucijadas históricas y estéticas de una parte muy relevante de la poesía contemporánea. Desde que en los años cincuenta empezaron a circular copias mimeografiadas de algunos de sus epigramas, su capacidad para conectar con los lectores ha sido extraordinaria: así, Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, los «poemas indios», Oráculo sobre Managua, Cántico cósmico o Telescopio en la noche oscura han ampliado las posibilidades de la palabra poética en el ámbito hispánico.
Su obra tuvo una especial voluntad de comunicación, de sencillez y claridad; a partir de su objetivismo, de incorporar elementos de la vida real, cosas concretas, tanto datos históricos como detalles precisos de cifras, hechos y anécdotas, alcanzó las más altas cotas líricas, en la relación con los otros, consigo mismo y su fe, así como con el universo totalizador en un encuentro místico: «En mi poesía cabe absolutamente todo», afirmaba. Asimismo abrió nuevas vías poéticas, que darían figuras de la talla de Nicanor Parra, Mario Benedetti y el primer Gelman.
Al compilar el conjunto de la obra del gran maestro nicaragüense en el centenario de su nacimiento, trazamos un arco de búsqueda, inquietudes y respuestas creativas, que va de los Epigramas hasta En el camino de Emaús, su última obra escrita y que no fue incluida en su poesía completa hasta esta ocasión. Un monumento poético y humano que nos sigue interpelando.