"Cautivo de sus circunstancias, de los cinco hijos menores y la mujer a los que había de proteger y debía mantener ya no sabía cómo, y desarmado e impotente para seguir hacia un destino desconocido pero sin duda terrible a un bando ahora en retirada que en su día estuvo a punto de matarle y le encerró, que le procesó por desafecto y que, a pesar de ser absuelto, le intentó desterrar sin la mínima confianza en él. Manuel Joaquín, aquel hombre lleno de coraje que de joven aprendió a sangre y fuego a valorar la vida y el respeto hacia los demás, que siempre apreció la educación, al que no le importó ponerse el mundo por montera casándose con una mujer 26 años más joven que estuvo a su cargo como reclusa por abortar; aquel hombre que se atrevió a denunciar alguna prácticas caciquiles, que siempre tuvo un trato humanitario con todos los presos sin distinción alguna y que en su día le salvaron la vida, aquel hombre, el Carcelero, no encontró al final más salida que la rendición moral ni más esperanza que la clemencia del bando sublevado que ahora se hacía con el poder en Caspe e iba camino de ganar la guerra".