El título de este texto, tomado prestado de dos figuras de la literatura francesa, encierra una promesa a la vez que una confesión. En primer lugar, se compromete a exponer un método, el mismo que Roussel garantizaba en su célebre, pero no por ello menos enigmático, Cómo escribí algunos de mis libros. La emocionante perspectiva de revelación del procedimiento, si acaso lo hay, promete ser abrasadora.