A lo largo de tres décadas, los poemas de Antonio Moreno han jalonado un camino que apunta, más que a la búsqueda, a un paulatino y creciente encuentro, producido gracias a una serie de hallazgos. Al Dios sin nombre culmina ese largo proceso donde la pregunta y la respuesta constituyen un mismo hecho.
El libro, con el que su autor concluye la publicación de poemas, es un revelador ejemplo de "coincidentia oppositorum" o conjunción de lo limitado con lo infinito.