Este poemario nos lleva en un vuelo rasante por el alma del autor. De las ripas de Alcolea al mar de Vera, de su piel a su memoria. Vamos y volvemos con el poeta; pájaros por un instante, nos detenemos en el torso desnudo de un hombre al sol, y el cuerpo es paisaje y el paisaje es cuerpo y deseo ya veces es amor y otras ausencia, dolor, melancolía.
El paisaje del alma se proyecta en el cielo, en los prados, en la arena, para escapar siempre mar adentro, allá donde el horizonte se funde con los recuerdos más queridos, más añorados. El paisaje es pasado y hogar, pero también es el deseo de días que llegarán, quizás los traigan el viento o la luz, o los ojos del amado…
Los paisajes de Ánchel son deseos salpicados por la brisa marina, cielos que transportan suaves pensamientos, arcillas en las que amasar el amor, aguas por las que corren el tiempo y las edades del poeta.