Dos poetas se intercambian palabras (todavía es la época de las palabras lentas): así podría haber surgido el universo. Dos poetas que se turnan para lanzar su imaginación al aire (uno la echa a volar, el otro la recibe) y, al hacerlo, reinventar las leyes universales, darle otro sentido a las cosas, trastocar el orden del mundo. Dos poetas, uno de Málaga y el otro de Barcelona, ambos ingeniosos, divertidos y profundos, que han encontrado un modo de relacionarse más allá de lo convencional. Se quieren y se respetan y, sobre todo, se emocionan a distancia pero juntos. Repasan nombres, libros, circunstancias profesionales, artículos, poemas, sucesos personales, viajes. Dos poetas que no se escriben porque se conozcan, sino para conocerse; y porque confían en la sensibilidad y en las metáforas (las espontáneas del día a día y las más elaboradas de la escritura, aunque confundidas las unas con las otras) para trascender ese conocimiento y elevarlo a la categoría de vida., los autores abordan desde ópticas variadas lo que supuso el Contubernio para nuestro país e, incluso, para ellos mismos y, en algunos casos, p