El negativo y misántropo genio del cómic demuestra tener una cara dulce.
¿Pequeñas y monas gatitas, ángeles y bebés? ¿Flores, cucuruchos de helado y bandas musicales de chicos alemanes? ¿Viniendo, supuestamente, del artista más pesimista de su generación? Sí, es más, existe una cara dulce en Robert Crumb. Estas deliciosas ilustraciones ejemplifican maravillosamente los muchos momentos de ternura que, hasta ahora, han jugado un rol secundario frente a sus icónicos y más picantes dibujos de culto. Ahora Crumb se remonta a sus humildes inicios americanos como ilustrador de tarjetas de felicitaciones en Cleveland, cuando su talento innato para lo grotesco tuvo que ser reprimido a favor de la perenne llamada de lo bonito . El resultado era un mundo alegre y risueño en el que los lectores, cualquiera que fuese su personalidad, edad e incluso orientación sexual, podían disfrutar el momentáneo lapso del artista desde lo gamberro hacia lo bonito.