El hacer científico ha ido íntimamente ligado a la especie humana desde que esta se constituyó como tal en la Revolución Agrícola. Con él ha construido imágenes que se han incorporado al ideario colectivo: en los siglos XVI y XVII el mecanicismo con su símbolo, el reloj; a partir del siglo XIX, la termodinámica impone el suyo, la locomotora. Imágenes que se han apoyado en la construcción de conceptos que forman, por decirlo así, sus piedras angulares. Esos conceptos se enlazan mediante relaciones funcionales, mediante expresiones matemáticas como las ecuaciones diferenciales. Expresiones de un hacer matemático que se ha mostrado indispensable para el hacer científico y, más aún, para la propia evolución de la especie como la conocemos hoy. Hacer matemático que no tiene como única misión medir, pesar, en una palabra, cuantificar; es un hacer mucho más rico y, por ello, permite la elaboración de un hacer científico que también es mucho más amplio que el de la simple cuantificación.