«Pedro habla en primera persona de su vida, de sus padres, abuelos, mujeres e hijos; de sus trabajos y anhelos, fantasmas y miedos, de su anguastia y vacío existencial; y es como si estuviera leyéndonos el pensamiento y traduciendo en versos nuestras emociones. Un puñado de poemas confesionales impecablemente bien escritos, nostálgicos y evocadores, melancólicos y reflexivos, amargos y estremecedores, que reflejan la sensibilidad de un poeta extraordinario.»