El libro Voces nos da testimonio íntimo de una existencia que se acerca a los noventa años. Volver al mar, al origen, supone un acto de amor y de viaje cumplido. El adiós es así una forma de celebración, de destino que ha encontrado su verdad. La memoria convive con cada amanecer, las voces del insomnio con las palabras que nos entran por los ojos cuando abrimos la ventana. La poesía asume una doble dimensión: lo que está ahí (los animales, las rosas, las nubes, la vejez, la muerte), y lo que el corazón y la inteligencia hacen con lo que está ahí para tejer el significado de la verdadera realidad.
Su personal homenaje a Juan Ramón Jiménez nos sitúa en una estirpe de poesía depurada, de verdad en síntesis, de autoridad lírica ante los sentimientos. Es la estirpe en la que Claribel Alegría ha edificado su obra y su magisterio. Gracias a la poesía, ha mantenido sus ojos abiertos de par en par y ha mirado al mundo por fuera y por dentro. Sus poemas se han hecho transparentes para mantenerse fieles a la estatura de una mirada. Es la dimensión propia de la sorpresa pensativa.
Nada que no tenga el tamaño preciso, pudoroso, instantáneo y vital de una mirada merece entrar en la casa poética de Claribel. Pero el humor es también convocado en Voces para evitar la fábula se separe de la vida cotidiana. Los días forman una escalera con peldaños hermosos, rotos, dignos o podridos.
Claribel nos invita a repararla y a subir por ella hasta tocar la luz.
LUIS GARCÍA MONTERO