La Tierra Prometida es lo que toda antología pareciera significar: un texto, al decir de Claudio Guillén, «crítico-histórico» que se articula sobre la base de inclusiones y exclusiones, y que tiene el poder de transformar los textos seleccionados en «canónicos, representativos o ejemplares, paradigmáticos, modélicos o normativos». Pero La Tierra Prometida es un ejercicio de reescritura en el que los poemas murmuran en un nuevo conjunto que se orienta hacia el incierto futuro. El dialoguismo se instala en la génesis misma del libro, pues la escritura de la «engañosa huella» del alma del poeta surge a partir del diálogo que el autor establece con su obra, es decir, consigo mismo y con el otro que lo habita.