Los niños experimentan desde temprana edad el miedo a morir, a veces se sienten trastornados cuando en lugar de alguien queda una ausencia o un vacío y, en algunos casos, hasta pueden llegar a rechazar la vida.
Elaborar el duelo por la pérdida de una persona amada es una tarea difícil que puede realizarse de un modo proficuo o interferir con los procesos de desarrollo originando trastornos afectivos, cognitivos y comportamentales.
Al afrontar situaciones concretas, hay quienes consideran que se ha de proteger a los niños de la «verdad traumática de la muerte» y quienes, por el contrario, defienden su «derecho a la verdad» incluso en este tema. En la presente obra proponemos una tercera posibilidad: educar al niño a través de un estudio paciente del misterio de la muerte, enseñarle a no renunciar a desear el bien de la vida a pesar de la necesidad de la muerte.
Desde esta perspectiva, ni las fábulas ni el realismo de los «hechos» funcionan si se proponen por separado. En cambio, las fábulas y los «hechos», al presentarse juntos, nos ofrecen un material creativo para afrontar el futuro con el pesimismo de la verdadera ciencia, el optimismo de las narraciones y la búsqueda infinita del deseo del bien.