La Navidad debe celebrarse sí o sí. Los ciudadanos deben sonreír, cantar villancicos, zampar turrones e intercambiar regalos que garanticen su felicidad. Recuerden que se aplicará un control jurídico para calibrar la relación deseosatisfacción. Ni se les ocurra regalar mierdas. En resumen: las fiestas están reglamentadas y son obligatorias por decreto ley, pero las Brigadas de Amigos Juerguistas han detectado células de resistencia dispuestas a cuestionar el poder. Una minoría de gruñones y amargados a los que el presidente de la república está dispuesto a poner freno con lluvias de confetis, matasuegras, una dieta de pavo relleno y castañas asadas y hasta una conga multitudinaria si es necesario. Todo aquel que persevere en la tristeza o se atreva a estornudar en público se arriesga a acabar confinado en un campo del buen humor. Tronchet, gran cardenal del humor francés, nos ofrece una historia absolutamente desquiciada pero mucho más seria de lo que parece. Una sátira política donde las fiestas de guardar se han convertido en presas de contención para la libertad de los individuos. Ha empezado la contienda. ¡Felices pascuas! Didier Tronchet se reveló como una de las mentes más subversivas de finales del siglo XX... antes de confirmarlo a principios del XXI. Con un estilo muy personal explora todos los tipos de humor tanto en cómic como en literatura. Sus obras más famosas son Raymond Calbuth, serie de delirantes miniepopeyas protagonizadas por una pareja de franceses medios, y Jean-Claude Tergal, cuyo protagonista fue adaptado al teatro y al cine. Además de haber conquistado al público con su peculiar sentido del humor, Tronchet también es capaz de componer obras más serias y poéticas. El autor alcanza una cima del humor inteligente con este Navilandia, brillante, desternillante pero también inquietante visión de una sociedad condenada a la celebración constante.