Dice Gonzalo Sobejano que el cuento es "la narración de un suceso notable" y la novela narra "la vasta red de sucesos y, sobre todo, la experiencia del sucederse de las acciones y las pasiones en el ámbito de todo un mundo; y no requiere la novela [...] que lo narrado sea 'notable', puede limitarse a representar lo más común y corriente de la humana existencia siempre que lo haga 'con arte'".
Con estos o parecidos criterios «Pipá» y «La Regenta» serían dos modélicos ejemplos de lo que diferencia el cuento de la novela. Estableció Clarín otra diferencia: la del enorme esfuerzo que suponía escribir una novela, sin que para él tuviera compensación económica acorde. Pero ello era una exigencia sine qua non para dar el salto de la narración de «un suceso» -el cuento- a una "vasta red de sucesos" -la novela-, una exigencia que él no estuvo siempre dispuesto a dar. Lo dio en sus dos novelas terminadas, «La Regenta» y «Su único hijo», pero no quiso o no pudo darlo, lo que le creó una permanente tensión interna -¿mala conciencia de que sacrificaba su obra de novelista por unas pesetas?-, dejando sin terminar las novelas que había empezado y se quedaron inacabas y no empezando a escribir las que tenía pensado, según repitió una y otra vez en cartas a sus amigos escritores y a sus editores.
Clarín además de narrador, cuentista y novelista, fue excelente crítico literario. Mucho escribió sobre su concepción de la novela y su idea del Naturalismo. Respecto al Naturalismo, Clarín adoptó una actitud re-creadora, de re-elaboración teórica, reformulando un naturalismo "a la española", diferente del francés, más próximo al realismo al que continúa y vacía de prejuicios ideológicos y moralizantes.
En el Naturalismo vio Clarín la culminación de su concepto de novela, concibiéndola como el género hegemónico de su tiempo.