El amanecer del 29 de agosto de 1947 la noticia se extiende por las calles de Linares y en la prensa internacional: ha muerto Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete, después de recibir la cornada del toro Islero en el muslo derecho. En la habitación siguen José Flores Camará, su apoderado, casi un padre para él; su mozo de espadas, Guillermo González, con los telegramas de pésame; o su amigo el rejoneador Álvaro Domecq. Alrededor del Hospital de los Marqueses de Linares se concentran decenas de mujeres que lloran en silencio. Manolete ha logrado encarnar, con su toreo, la gravedad de un duelo colectivo: con su muerte acaba un tiempo, pero despierta un drama. Doce años después, Lupe Sino regresa de México. Aquella madrugada de 1947 sólo pudo acceder a la habitación del hospital para rezar ante el cuerpo yacente de Manuel. En un Madrid distinto que todavía los recuerda, Lupe se reencuentra con viejas amistades como Fernando Fernán Gómez y Perico Chicote, y recorre, en un descapotable, una ciudad que intenta dejar atrás ese mismo pasado en blanco y negro al que ella intenta volver. En "La larga noche"