El 20 de junio de 1940 los duques de Windsor cruzaron el paso fronterizo de La Junquera, procedentes de la Costa Azul. El ex rey de Inglaterra Eduardo VIII y su esposa Wallis Simpson huían de Francia en medio de la conmoción provocada por la derrota militar y la firma del armisticio con Alemania.
Una vez en Madrid, Eduardo y Wallis mantuvieron durante semanas una ambigüedad que alentó los intentos germanos de utilizar al antiguo monarca como artífice de una paz negociada entre ambos países. Hitler en persona autorizó desde Berlín la ?Operación Willi?, orientada a ganarse la confianza de Eduardo o, en caso contrario, secuestrarlo y retenerlo en España.
Esta operación contó con el apoyo y la mediación del Gobierno español a través del entonces ministro de Gobernación, Ramón Serrano Suñer, quien se sirvió de dos hombres de su máxima confianza para presionar a los duques: Miguel Primo de Rivera y Ángel Alcázar de Velasco.
Durante cuatro semanas, el hotel Ritz de Madrid y la residencia del banquero Ricardo Espírito Santo en Cascais fueron el escenario de confusas conspiraciones diplomáticas, de torpes engaños y de una trama de espionaje que involucró al agente más cualificado de la inteligencia alemana: Walter Schellenberg.
En medio de este complot real, la novela introduce en paralelo a dos personajes de ficción que se ven implicados en su desarrollo: Roberto Luque, un antiguo intérprete de la Oficina de Prensa que dirigía Arturo Barea, y Raquel Leza, una profesora y actriz que sirvió durante la Guerra Civil en la Milicia de la Cultura.
El episodio de los duques de Windsor durante su estancia en España constituye todavía un extraño vacío en el relato biográfico de Eduardo, ocultado intencionadamente por el Gobierno británico durante décadas a fin de no evidenciar los contactos de su antiguo rey con el nacional-socialismo.