La olla de oro (1912) es quizá la novela de aprendizaje más original que se haya escrito, pues, aunque pródiga en enseñanzas y sentencias, no se deriva de ella conclusión alguna, a no ser el gran logro común que es existir. Con abierta ironía, James Stephens recrea un mundo en donde conviven ladrones y filósofos, pastoras y dioses, hombres de vida triste y tribus de hadas.