Bestias, de Federigo Tozzi, es un conjunto de fragmentos que aparentemente tienen una sola cosa en común, en todos ellos aparece, de forma casual o secundaria, un animal. Los fragmentos que abren y cierran el libro se caracterizan por la presencia de la misma ave que tiene un valor simbólico: la alondra, el pájaro de la armonía, del acuerdo entre hombres y naturaleza. El primer fragmento describe la dificultad de la alondra para adaptarse al mundo dominado por el hombre; en el último, el hombre llama a la alondra para que se lleve su alma. El conjunto podría definirse como una novela de la ciudad de Siena y de los campos de Toscana, con sus calles y plazas, y de los hombres, animales y objetos que la pueblan. Hay en Tozzi un respeto y una atracción por la naturaleza, tanto urbana como rural, incluso en sus aspectos más crueles, y un reconocimiento que resulta extrañamente moderno por su sentido ecológico: el de pertenencia a esa comunidad natural que le atrae tanto como le repele. Fue el crítico Giacomo Debenedetti quien reconoció en Tozzi una innegable voluntad narrativa, que en realidad «forzaba al fragmento a convertirse en piedra y ladrillo de un edificio»: a la construcción orgánica de un texto hecho de teselas que forman un mosaico, en sintonía con otros autores de su tiempo, como Luigi Pirandello o Italo Svevo, todos ellos implicados en este «tiempo de edificar».