«Si no recuerdo mal», confiesa Pynchon en la Introducción, «escribí estos relatos entre 1958 y 1964, cuatro de ellos cuando estudiaba en la universidad. (…) Tal vez el lector ya sepa hasta qué punto leer cualquier cosa escrita hace veinte años, incluso cheques cancelados, puede suponer un golpe para el ego de uno. Mi reacción al leer estos relatos fue exclamar: "¿Dios mío!", al tiempo que experimentaba unos síntomas físicos en los que prefiero no insistir. Mi segundo pensamiento fue el de volver a escribirlos de cabo a rabo. Ambos impulsos cedieron a uno de esos estados de serenidad propios de la mediana edad, y ahora creo que he llegado a ver con claridad cómo era el joven escritor de entonces y a entenderme con él.» Y añade, ya al final: «Tal vez este ocasional apego a mi pasado sólo sea otro ejemplo de lo que Frank Zappa llama una pandilla de viejos amigos reunidos para tocar rock’n’roll. Pero, como todos sabemos, el rock’n’roll nunca morirá, y también el aprendizaje, como dice siempre Henry Adams,es un continuo avanzar».