En los campos de Augusta, en
el estado de Georgia, el
algodón ha dejado de
cultivarse y los campesinos
se han trasladado a la
ciudad para trabajar en las
hilanderías. Jeeter Lester,
el personaje central de El
camino del tabaco (1932), es
un blanco pobre, heredero
arruinado de una extensa
propiedad, que en tiempos de
su abuelo había sido
próspera. Por desidia y
enraizamiento, él no ha
abandonado sus tierras, de
las cuales es sólo el
arrendador, y mantiene la
inútil esperanza de que al
llegar la primavera, si
consigue un pequeño
préstamo, podrá comprar unas
semillas de algodón y
alquilar una mula para
reavivar el añorado
cultivo. Su mujer, Ada, con
quien ha tenido diecisiete
hijos, mata el dolor que le
produce el hambre mascando
tabaco y la abuela,
ignorada por todos, se
arrastra sigilosamente, como
un animal, por los
matorrales en busca de
raíces y leña. Una hija y un
hijo todavía viven con
ellos: Ellie May, de 18
años, voluptuosa y con un
labio leporino que ahuyenta
a los hombres de su lado, y
Dude, de 16, corto de
entendimiento. Los demás han
abandonado el hogar.
La decadencia económica en
su representación más
miserable se empareja con la
vileza moral, expresada por
los personajes con sus
actitudes mezquinas,
racistas y grotescas. Los
paisanos de Caldwell, como
también sucedió con
Faulkner, lo consideraron un
traidor al describirlos como
unos seres primitivos, y "El
camino del tabaco" fue
anatematizado por las
bibliotecas de su ciudad. El
escritor alegó que la obra
era sobre todo un rechazo a
la literatura de "claro de
luna y magnolias" que se
hacía en el sur