En enero de 1939, las tropas franquistas tomaron Barcelona. Medio millón de personas cruzaron la frontera, huyendo de la aniquilación. El Gobierno francés las encerró en lo que llamó campos de acogida, en realidad, campos de internamiento que no cumplían las mínimas condiciones, sometidos a la vigilancia estrecha y muchas veces inhumana de soldados. Uno de aquellos campos fue el de Gurs, en el Bearne, llamado el ?campo de los vascos?, pues 6.000 de los allí encerrados eran vascos. Entre los que pasaron por Gurs se encontraba Vicente Ibarreche, cuyas cartas han inspirado esta novela. El autor ha puesto a su lado a un personaje de ficción, un narrador sin nombre, que nos cuenta a borbotones, a veces con crudeza, a veces de manera poética, el día a día del campo, no solo en lo material, sino, sobre todo, en lo anímico. Las cartas de Vicente son el cordón umbilical con la familia, la esperanza y la necesidad de regresar a casa. El alambre de espino que cerca el campo representa la miseria y el desprecio con el que son tratados. Pero las cosas siempre pueden ir a peor, y la capitulación del ejército francés ante las tropas de Hitler obligará a los internos en Gurs a iniciar una nueva huida.