Una vez rematadas las principales acciones de guerra en el mar del Sur, expuestas en el volumen anterior, la escuadra española del Pacífico, bajo el mando del brigadier Méndez Núñez, debía obedecer las instrucciones del gobierno y regresar a España. El comandante general decide dividir su fuerza con dos objetivos diferentes. Por una parte, los buques más dañados, así como la fragata blindada Numancia, que todavía levantaba sospechas sobre su real capacidad en largas navegaciones con temporales de orden, deberían mostrar el pabellón en las islas Filipinas y acabar por circunnavegar el globo. Por otra parte, la división compuesta por las fragatas Villa de Madrid, donde izaba su insignia Méndez Núñez, Almansa, Resolución y Blanca, debería aproar hacia el sur y montar el cabo de Hornos en la peor época del año, cuando además de terribles temporales, se podrían sufrir a bordo vientos gélidos, nieve, granizo, carámbanos, cubiertas heladas y temperaturas de las que cortan la piel. Si la división bajo el mando del capitán de navío Manuel de la Pezuela debía atravesar el infinito océano Pacífico y sufrir un elevado