Napoleón entró en el Véneto con sus gallos y se llevó al partir un enorme botín y cuatro caballos.
En el año 1797, tras la ofensiva de Napoleón, la república de los dogos se desintegra. Venecia ocupada por tropas extranjeras pretende conservar la amable existencia de la que siempre disfrutó; sin embargo la ciudad de las lagunas es cedida a los Habsburgo, cuya hostilidad a la Revolución justifica un atroz saqueo galo.
De los muelles de la Senerísima parte un convoy con tesoros artísticos que se reúne con las obras de la Antigüedad provenientes de los Estados Pontificios. Se trata de un fantástico botín con destino París. El teniente Johannot, un oficial emocionalmente vinculado al frívolo ambiente que instauró la reina María Antonieta en Versalles, querido y admirado por la tropa de san-culottes del ejército de Italia, se contagia desde el primer día de la ocupación del modo de vida veneciano -entonces como hoy vinculado a embarcaciones que entrelazan islas y palacios- y, pese a no pestañear ante la indignación de órdenes monásticas despojadas de sus telas maestras, custodiará con afecto y en nombre de Venecia, dichas obras hasta la Francia del directorio.