Articulada como un respuesta a la constante referencia generacional al desastre del 36 y sus miserias, esta novela plantea un juego entre las distintas versiones, la oficial, las tendenciosas, las más resabiadas y heterodoxas, de un tiempo que se nos revela nada corriente, con todas sus fuerzas y sus almas en estado de excepción y, en todo caso, como infame. Entre un inspector enredado en un crimen de sacristía, una hija réproba, una Magdalena de cabaret, un maestro luciferino y ese torero de azul bajo el traje de luces se desarrollan "los hechos": las soflamas por radio, los inventos del general para hacerse con un ciudad que pareciera estarlo esperando y ese terrible silencio connivente con la masacre sistemática como único remedio. Con una clara intención iconoclasta e inspirada en los sucesos del levantamiento militar en Sevilla y su figura central, el general Queipo de Llano, su autor intenta resucitar la memoria del aquel drama desde la novela ante la permanente imposibilidad de poner de acuerdo a las diferentes historias de los hechos. Aunque es una novela con un personaje especialmente controvertido que lo inunda todo, lo es más sobre lo que se descubrió, lo que se rumoreó y lo que se calló. Y es que alguien dijo que el camino más directo para alcanzar la verdad no es la exhumación sino la intuición. De ahí que todos sus personajes sean tan inventados como posiblemente reales.