Felipe II, el Escorial y el Jardín de la Delicias de El Bosco constituyen los tres hitos históricos fundamentales que se dan la mano en este argumento visionario y poderosamente ambientado. Y lo hacen de la mano de un narrador todo lo excepcional que se quiera, un joven mozo de retrete que asiste al monarca en su interminable agonía. El rey se azora ante el pobre muchacho porque éste ha llegado hasta sus vergüenzas y la máscara de poder se derrumba por pudor. El mozo no recela de su rey, incluso siente como propio su padecer. Ambos realizan un recorrido algo fantasmal por un jardín parecido al del Bosco. // Desde ahí Rey Tiniebla nos traza un imponente alegoría escatológica de la condición humana, del poder y de un momento histórico donde, siendo el reino español el más poderoso del mundo, también llegó a ser el más indigente y desdichado. Con esta novela, Antonio Enrique aborda el género histórico desde una perspectiva donde el elemento visionario está por encima de lo puramente cronológico, y donde la riqueza de lenguaje está al servicio de la creación de atmósfera. Así, parece emparentarse con La muerte de Virgilio de Hermann Broch o con El caballero de Sajonia de Juan Benet.