Con un innegable sentido del humor y sobre todo con una clara intención de dinamitar los aspectos más notorios del arte y la cultura, "Las arañas se encienden en los hoteles" no deja títere con cabeza en su asalto al orden establecido. Una novela que navega por las aguas del surrealismo aunque mantiene una conexión firme con la cultura actual. Cualquier de sus frases es una apuesta por la originalidad, por el doble sentido, por despojar al lenguaje de sus usos habituales.
Una novela que no puede dejar indiferente a quien la lea, a quien se sumerja en su mundo personal y desbocado de juegos verbales, diatribas, reflexiones contradictorias, conclusiones geniales, paráfrasis, metáforas al límite, y en definitiva todo un catálogo de subversiones que conforman un texto adictivo. Cuanto se empieza la novela el lector desea leer más, adentrarse más en el pensamiento que la construye, pues se da cuenta de que muchas de las locuras que por ella transitan son la misma locura que alimenta la razón.
Iconoclasta e irreverente, I.J. Hernández, no deja títere con cabeza en su tarea de revisar nuestro mundo, desde la alta cultura a la posmodernidad, y se cree en la obligación de decir lo que nadie antes se atrevió a decir. Como si quisiese construir una réplica, una colosal metáfora de esta época alocada y sin sentido que nos ha tocado vivir.