A los once años, Mari rescata del río a Morana, símbolo de la muerte en el ritual checo de la primavera, y con posterioridad advierte que esta comienza a perseguirla. Ella salvó a la muerte y ahora la muerte visita su hogar y se posesiona de sus pensamientos.
Con una novedosa estructura narrativa, la autora nos introduce en el mundo aparentemente caótico de la mente de una joven perturbada e imaginativa, al ritmo de un tren sin destino que avanza inexorable por las vías, en una secuencia de imágenes casi fílmicas, donde las escenas del pasado desfilan por las ventanillas y las personas que ha conocido irrumpen en el compartimento. Pero, a medida que el libro, y el tren, avanzan, cada elemento va ocupando su lugar y llenando los espacios que el lector aún mantiene vacíos, para permitirle reconstruir la historia de Mari, una mujer herida en cuerpo y alma, que busca reconciliarse con su pasado y su presente, perdonarse a sí misma y aceptar que no es responsable de las decisiones de sus seres queridos. Alguien cuya fuerte tendencia autodestructiva nunca ha logrado derrotar su espíritu y sus ganas de vivir.
Lucie Faulerová —quien ya ha demostrado que sabe jugar muy bien con el lenguaje—, nos regala una novela llena de sentido, donde incluso lo más coloquial y aparentemente banal oculta un trasfondo pleno de significado, y hasta las reflexiones más profundas y amargas tienen un tono humorístico —unas veces disparatado, otras, cínico—, y cuya narración ágil y adictiva tocará las fibras sensibles del alma del lector y lo hará seguir reflexionando durante mucho tiempo después de cerrar el libro.