Dos viejos amigos, escritores medio frustrados, deciden montar una agencia de detectives privados. Aviso de lectura Alguien, un optimista, claro, dijo que la Literatura nos salva de la muerte. Muy bonito, pero como diría aquel otro: «De grandes bibliotecas están las sepulturas llenas». Lo que sí podemos sin reparo alguno asegurarles es que la Ficción, ese imaginar que a alguien le pasa algo, puede resucitar a los muertos. Recuerden que, sin tener que recurrir a los zombis ni vampiros, ya Sir Arthur Conan Doyle devolvió la vida -por necesidades del guion- al inolvidable Sherlock Holmes sin que la verdad ni la verosimilitud ni los altares literarios se derrumbaran. Si la fe, que al fin y al cabo es una clase peculiar de terremoto, mueve montañas, la Ficción mueve destinos y tiene poder sobre el azar y la necesidad, sobre lo imposible y lo improbable. Esta novela ágil, amarga, divertida e inteligente, es la historia de la inolvidable amistad entre X (Equis) e Y (Igriega), publicistas de poca monta, escritores frustradillos y aparentemente medio resignados a morir de rutina y mediocridad, que un buen día deciden dejarse llevar por la ficción y montar una agencia de detectives privados, es decir, deciden dejar que sus vidas se viertan en pura novelería. Y en efecto: encontrarán el riesgo y la aventura, el amor y la lujuria, la excitación y el olvido. Y cuando la muerte en plan novela negra salga a su encuentro, será la Ficción, la última Fe que les queda, la que se atreva a redimirlos y rescatarlos negándose a aceptar un destino absurdo e inaceptable. Lector: levántate y anda. Quien tenga Ficción no morirá para siempre. Reseña:
«Un libro para celebrar, que poco tiene que ver con las novelas postmodernas que van de boca en boca para bien o para mal.»
Carlos F. Romero, Con la L mayúscula