Ramón Lluís Bande hace una apuesta formal mediante la que, a través de distintas estrategias narrativas, el lector acompaña al protagonista de la novela, un niño nacido en la periferia industrial de Gijón en la década de los setenta, en su aventura de crecer. Aviso de lectura En una película inolvidable, Los profesionales, oímos este diálogo: «Todos somos bastardos.» «Sí, pero unos de nacimiento y otros por vocación.» Y descubrir a cuál de las dos especies pertenece cada quien es tarea que desde tiempos remotos, Aquiles contra Agamenón, ha merecido la atención de los poetas. Marthe Robert, en un libro también inolvidable, Novela de los orígenes y orígenes de la novela, diferenciaba entre novelas del bastardo y novelas del hijo feliz, y desde entonces los narradores y editores no saben muy bien si ponerle una vela a dios o al diablo. En esta novela -de aprendizaje y de justamente lo contrario: desprendimiento- las palabras construyen a un mismo tiempo una novela familiar y una epopeya privada: la épica del crecer, es decir, la dura tarea de aprender a decir adiós a la felicidad. Que ya todos sabemos que no hay narraciones felices y si las hay a nadie le interesan y menos que a nadie a los editores ya dependientes ya independientes ya consentidos ya extraviados. Pues eso: que esta novela tiene la honestidad de interrogarse sobre la naturaleza de las palabras que la constituyen. Que resulten ser palabras bastardas o palabras legítimas es decisión que se deja en manos del lector o lectora aunque no sin antes recordarnos que las palabras de las narraciones ajenas son también las palabras nuestras de cada día dánoslas hoy.