Sin expectativas. Sin grandes sentimientos. Sin tragedias. Historias que componen el retrato de una generación que ya cumplió los treinta. Aviso de lectura Si el infierno son los otros, ¿quiénes son el purgatorio?, ¿hay alguien en el cielo aparte del yo charlando con el superyó?, ¿no es verdad, ángel de amor, que hacerse entender es un agobio?, ¿lo malo del sexo es que no se evapora? Novela de amigos, encuentros y desencuentros, y algún tropiezo que otro, fiestas de cumpleaños, paseos solitarios, parejas que se vigilan, dos o tres gotas de vida interior y varios tragos de vida anterior. Después de no sé si hay después. El estatus social los junta y la vida, posterior, los separa. El adelgazamiento de las intimidades. Diálogos para besugos entre personajes, cabe suponer, inteligentes: «Esta semana nos estamos queriendo mucho». Un amor que se diluye inevitablemente como un azucarillo en una taza de té (verde, por supuesto). Novela coral sobre unas gentes (en la treintena larga, ya colocados aunque incómodos) que están quedándose sin voz. La sospecha como impedimento para alcanzar el sosiego, la paz social. Reservado el derecho de admisión y prohibida la entrada a quienes piensen que son felices y comen perdices, un plato por cierto, de muy difícil elaboración. Reseña:
«La paz social es un libro incómodo, de los que hurgan en muchos de esos sitios que se suelen evitar. Incómodo y necesario: habrá a quien le escueza, a quien le duela o a quien le deje noqueado, lo que parece más difícil es que alguien salga indemne de él. Pero es que uno no lee para seguir siendo el mismo gilipollas. Uno siempre aspira a convertirse en otro. Aunque solo sea en otra clase de gilipollas.»
Juan Vilá en algodelibros