El Portador de la Doble Corona, señor de Kemet, envió a Harquf, el conquistador de horizontes, a viajar al reino de Kush y conseguir mil veces mil flechas con las que batallar y ganar el reino de Mittani. El explorador partió río arriba más allá del desierto, pero no regresó hasta quince años después. Traía una sola flecha, pero había conocido otras tierras, otros dioses y otros hombres. En una noche tan larga como la vida dio cuenta al rey de su odisea, mientras un escriba ponía por escrito la entrevista. Esta es su historia.
Al igual que en su anterior relato, Costas perfumadas (Ediciones Trea, 2005), el viaje, sus límites y el regreso, la fascinación del viajero por los confines, vuelven a estar presentes en la prosa cincelada e iluminada de Agustín Vidaller (Pomar de Cinca, Huesca, 1967).