Escrituras sublevadas es un grito. Un aullido tempestuoso que busca un oidor. Un texto complejo, visceral y, a ratos, atormentado, que busca un lector. Es un diálogo de sordos que dicen más de lo que parlotean. Un tour de force que no dejará indiferente al lector que entre en él sin prejuicios y que haya dejado atrás formalismos, convencionalismos, etiquetas y todo lo que haya aprendido. Hay que entrar desnudo, embrionario, porque lo que en él se dice es tan sublime que se niega a sí mismo.