Un hombre joven vuelve tras años en el extranjero. Es expulsado de la antigua mansión, y se refugia en una cueva rodeada de antiguas minas de azufre desde la que domina el río. Allí se le unirá un perro abandonado y una araña que no deja de tejer sus telas de palabras. También recibirá la visita de un tío suyo que duerme sobre las vías del tren con el encargo de recuperar a su hijo, de una hermana con los ojos de plata y de una mujer desnuda engalanada con bombillas. La historia se desliza como una melodía oriental, como un Sutra, a la hora en la que el sol se pone, con un quejido de fondo. El viento entre los juncos. El silencio. Pero la araña y el cerebro siguen tejiendo sin cesar su tela, una retahíla inacabable en la que el pensamiento gira, baila, se deshace y vuelve a nacer.