Un sentimiento y una mirada ine769;dita al paisaje parisino se dan cita en este libro mi769;tico de la Modernidad. Como un «aldeano» recie769;n llegado a la gran metro769;poli, con los ojos abiertos de par en par, Aragon nos ensen771;o769; a mirar de un modo nuevo, ¡ya en 1926!, los escaparates, los pasajes, los parques, los recortes de perio769;dico. Aragon elevo769; a la categori769;a de fetiches los urinarios, el misterio de los jardines, los carteles encolados en fachadas y muretes. La luz moderna de lo inso769;lito ?los bustos de cera de las peluqueri769;as convertidos en esculturas de belleza convulsa? se cuela por todas las esquinas en estas pa769;ginas fascinantes, y paseamos junto a su autor, como lo hiciera el propio Walter Benjamin, excitados y ansiosos por descubrir al fin la esencia de la ciudad contempora769;nea.
«Modernidad. Esta palabra se funde en la boca antes incluso de ser pronunciada. Sucede lo mismo con todo el vocabulario relativo a la vida, el cual no expresa un estado, sino el cambio. Recuerdo una escalofriante figura de cera en una peluqueri769;a, con sus brazos cruzados sobre el pecho y el cabello desgren771;ado ban771;ando su ondulado permanente en el agua de una copa de cristal. Me viene a la memoria una tienda de pieles. Recuerdo la mi769;mica extran771;a del electroscopio de hojas doradas. ¡Oh, sombreros de copa, durante una semana habe769;is tenido para mi769; el negro aspecto de un signo de interrogacio769;n!».
Un libro fundamental de la literatura francesa, un retrato indispensable del Pari769;s de la primera mitad del siglo XX, de algunos de sus personajes y, sobre todo, de sus lugares ya mi769;ticos.