Una novela nostálgica sobre la amistad, la esperanza y el futuro, que constituye un retrato sentimental de la España dividida de posguerra.Tres amigos, un ídolo del fútbol y una amistad inquebrantable en un pueblo castellano durante los años cincuenta.No hace mucho que Rafa, un niño delgaducho de diez años, vive con su familia en el pueblo toledano de Villanueva, y sin embargo, siente que sus nuevos amigos, Lito y Adolfo, son los mejores que ha tenido en la vida. Juntos pasan las tardes entre chapas, cromos, y retransmisiones de partidos por la radio. Matías Prats narra las victorias del equipo favorito de los rapaces, el Real Madrid, que está cosechando grandes éxitos en la competición europea gracias a una de sus figuras más destacadas Alfredo Di Stéfano, la Saeta Blanca. El tiempo discurre apacible para estos niños que asisten juntos a la llegada del cine a los pueblos, los vítores y la emoción de los triunfos del balompié mientras descubren la pureza de la amistad y asisten juntos a la apertura de un país que empieza poco a poco a lamer sus heridas.Rafael Alcázar, director de cine, realizador de televisión y guionista, recrea en El tiempo de las ilusiones sencillas la vida cotidiana en un pueblo castellano a finales de los cincuenta y describe, haciendo uso de un estilo sencillo y ameno lleno de matices que lo acercan a la cotidianeidad heroica de Miguel Delibes o al lenguaje despojado de Alberto Méndez, el pasado reciente de un país de luces y sombras que intenta sacar lo mejor de él mismo.«Inicialmente esta historia, basada en anécdotas y vivencias de mi infancia, tenía como propósito un guion de cine divertido, emotivo y cercano al realismo mágico. La escritura del libro me ha dado la oportunidad de aportar detalles que dan mucho más sentido y profundidad a la historia y, sobre todo, poder detenerme en los variados matices de los personajes. En todo caso, los recuerdo de aquel pueblo castellano siempre me aparecen en forma de imágenes llenas de colorido y envueltas en olores irrepetibles como el de aquella trastienda de ultramarinos donde escuchábamos por la radio los partidos del Madrid o tan embriagadores como el olor del trigo verde de aquel mayo luminoso de finales de los cincuenta.»
Rafael Alcázar