«Claro que comprendo. Todo: el sentido de vidas cruzadas, de padres ausentes, de madres amantes y amadas, de abuelas pitonisas, de abuelos mártires [...]». Melilla, 1896. Rebelión de las cabilas. Un asesinato. Dos hermanos que huyen bajo el peso de la culpa y la traición. Danzas moriscas, clandestinidad y guerras civiles. Madrid, 2019. Un amor unidireccional e irrealizable acompañado de la nostalgia de una hija que no llegó a ser... ¿qué tiene en común estas dos sagas de distintas épocas? El amor, la tiranía de la identidad, el desengaño, el dolor, la descendencia, la enfermedad o la muerte avanzan con la ciudad de Melilla como telón de fondo, espacio mixto y complejo del mundo en que vivimos y cuyo subsuelo esconde el colorido de otros mundos posibles. Los que fueron y los que somos cobran sentido frente a frente, sorprendiendo que no se muestre exactamente la imagen esperada. La entrega más profética de la saga sobre Sebastian Gardet, ese personaje huidizo a través del cual el autor propone su particular diálogo euro-árabe que ya conocimos en Los puentes de Verona y Las bicicletas no son para