"A simple vista, nadie hubiera dicho que Sócrates era un filósofo, y sin embargo lo era". Así arranca esta historia de un hombre de nuestro tiempo que anhela que sus semejantes lo admiren y al que, sin embargo, le dan pánico las miradas de los demás, que se busca a sí mismo y no desea encontrarse, que aspira a hacer algo grande pero es incapaz de sobreponerse a una abulia patológica.
En una pequeña ciudad, vegeta y se atormenta un gris funcionario municipal abrumado por la insignificancia, hijo de un estafador sin escrúpulos por el que siente al mismo tiempo repugnancia y envidia y de una madre que constituye para él un enigma.
En su camino se cruzará Diógenes, un tipo extravagante y exaltado que le propone que juntos lleven a cabo una revolución muy particular con la que sorprenderán a toda la ciudad, metáfora, quizá, del mundo. Diógenes tiene un plan, siempre postergado, que a todos dejará atónitos por su audacia.