«Todo lo que amamos se convierte en una ficción. De las mías, la primera fue Japón.» Con esta estimulante frase Amélie Nothomb abre La nostalgia feliz. Anuncia una nueva entrega de sus ficciones autobiográficas. En la novela la belga retoma el hilo de Ni de Eva ni de Adán, la narración de un idilio de juventud de su sosias literaria con Rinri. Dieciséis años más tarde, Nothomb acepta la invitación de una televisión francesa de regresar a su país natal. Allí no sólo se reencontrará con Rinri, sino también con su niñera, Nishio-san. El Japón de Nothomb son sus orígenes y un Shangri-La literario. Un país al que pertenece pero que le es extranjero: o sea, un oxímoron, como también parece serlo el título de la novela. El lugar en el que nació, y en el que se crió durante sus primeros cinco años, pero en el que, como hija del embajador belga, crecería inmersa y traspasada por una peculiar mixtura cultural. Y esto dota a su vital y melancólica prosa de una descacharrante lucidez. «Lo que has vivido», escribe Nothomb en el delicioso arranque de su nueva novela, «te deja una melodía en el interior del pecho: ésa es la melodía que, a través del relato, nos esforzamos en escuchar.» Gocemos con esta nueva partitura, pues sin duda suena muy bien.
«Un relato desopilante, punzante y totalmente sincero del peregrinaje de Amélie Nothomb a sus raíces» (Marianne Payot, L?express).
«La nostalgia feliz concentra todas las razones por las que Amélie Nothomb está en la cabeza de ventas en cada rentrée (comicidad, humanidad, autoficción y modestia). La novela no aborda solamente la cuestión de la responsabilidad del escritor. Recobrando un poco de su infancia y de su juventud, seguida por un equipo de televisión, la escritora nunca antes había develado con tanta maestría ?lo que me hace las veces de personalidad?» (Claire Devarrieux, Libération).
«La nostalgia ¿es triste o feliz? En japonés no existe ninguna palabra que designe una ?nostalgia triste?. Para traducir esa mezcla de sufrimiento y dolor, los japoneses emplean el adjetivo inglés ?nostalgic?. Lo escribe Amélie Nothomb en el relato de su retorno a Japón dos décadas después de su partida; en japonés la palabra ?nostalgia? se dice ?natsukashii? y designa la ?nostalgia feliz?. La nostalgia feliz... ¿Un bello oxímoron? No del todo. Si creemos a Amélie Nothomb, entonces Proust es un autor nipón» (François Busnel, Lire).
«A la confusión de sentimientos engendrados por su reencuentro con Japón, con la niñera de su infancia y con el amor de su juventud, la autora responde con un texto de justo equilibrio. Un texto que nos conmueve por su fragilidad. Lejos de ser un diario de rodaje, La nostalgia feliz muestra escenas que la cámara no ha filmado, reflexiones y emociones que ésta nunca habría podido mostrar» (Nils C. Ahl, Le Monde).