En 1480 Fernando II de Aragón había comenzado a hacer gestiones diplomáticas ante la cancillería del Vaticano para conseguir el documento pontificio que permitiera convertir la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza en monasterio de la arden de San Jerónimo. Desde el inicio de las obras (1493 ) hasta poco después de la muerte del monarca (1516), los cantorales con las miniaturas de mayor calidad se debieron de confeccionar en el scriptorium de ese monasterio, bajo la dirección de fray Gilaberto de Flandes desde 1502.
El conjunto constituye hoy una magnífica colección de treinta y dos libros que se dispersaron como consecuencia de la desamortización de 1835 y se conservan en tres sedes diferentes: veinticuatro en la catedral de Huesca, tres en el Museo Arqueológico Nacional y cinco en la basílica de Santa Engracia de Zaragoza. Están escritos en latín sobre pergamino pautado y con letras capitales mayúsculas para enfatizar el comienzo del canto o del rezo. A excepción de dos ejemplares, los códices se encuadernaron en el siglo xviii y son libros in fieri, por lo que las miniaturas de un mismo cantoral pueden presentar dos formas artísticas diferentes: una que remite al lenguaje flamenco y otra vinculada a la corriente renacentista.