Diego Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, no consigue
acabar el retrato de la princesa predilecta del rey, rodeada
de sus meninas, sus guardadamas, sus bufones y su perro favorito. La infanta no quiere posar y el rey ha pedido que le cuenten
cuentos para entretenerla. Así se irán desgranando, en esta corte barroca, leyendas que pudieran ser ciertas y sucesos verdaderos que parecen inventados.